Rendir un homenaje luctuoso al amigo que no está, a través de la música, puede que parezca una contradicción y probablemente una labor Ingrata, a menos que sea el Requiem de Mozart. Pareciera que no se puede, ni se debe, sobrellevar la tristeza con Guaguancó, Cha cha cha o Son montuno, pero ya nos demostró lo contrario el repertorio popular, a través de grandes voces como Ismael Rivera quien dictó su epitafio al son de la exquisita guaracha Entierro a la moda, y el infaltable Tito Rojas, quien hizo del dolor del adiós un himno primoroso que canta el pueblo con una alegría nostálgica, una extravagante dualidad de emociones que solo se justifica si se tiene el alma rebelde, como es el caso de nuestro corazón mestizo. De eso se trata la cadencia Caribe: no hay tiempo para llorar, y si se llora, que sea danzando sobre ese largo pasillo del tributo eterno a los seres queridos, los que ya no están y los que se quedan.
Leonardo “Gofiothe” Tovar fue una pérdida absurda, por un destino marcado con el sino de la desdicha a pesar de su espíritu estoico, su humor de niño grande y su capacidad de lucha, otro ejemplo de nuestro empeño por doblarle el pescuezo a la desgracia. Así lo advierte el propio José Madera Niño, quien casi nos comprime el alma cuando nos cuenta que el bajo de seis cuerdas de Gofiothe, descansando a los pies de su arca de partida como un compañero fiel de maderas nobles, parece que le prescribió su canto: “No sé si por la perturbación debido a las horas sin dormir, o qué se yo, se me dio por imaginar a ese instrumento cual si fuera un niño a quien debía ocultársele lo sucedido, hasta encontrar palabras para explicarle que Gofio ya no estará más con nosotros en este plano: “Bajito, que no sospeche que él ya se ha ido / Bajito, que sienta que solo está dormido”. Así nació una canción.
Leonardo Tovar fue una figura mítica de la ejecución del instrumento, y su presencia por años en silla de ruedas, luego de recibir el zarpazo feroz de la delincuencia al regresar de una jornada de guataca en la noche caraqueña, fue una constante al lado de los músicos y las bandas que amenizaron las marchas del bailador, bajista de lujo en el primer disco de la orquesta José Madera Niño & 3er Mundo “De amor, desamor y rumba”. Partió de este mundo en octubre del año 2016, y aún queda como saldo deudor dar a conocer con propiedad su grandeza como músico, y como humano.
Por eso este tema es en sí un homenaje, una casa sin puertas ni ventanas, decía el Gabo, abierta para que los amigos se reúnan a cantar. Un ensamble, donde intervienen los maestros José “Flaco” Bermúdez, Hugo Olivero, Edward Plater, Javier Vivas “El amarillo”, Alfredo Naranjo, Eric Chacón, Carlos Rodríguez, Yomar Méndez “Caballo”, Luis “Tito” Gamero, Rodrigo Mendoza , Eloy Ríos e Irving Manuel. Y con ellos, claro está, la presencia incorpórea de Gofiothe, como un cirio pascual festivo, metiéndole lucidez al ritmo y la melodía.
Marlon ZambranoMúsicos: Autor: José Madera Niño; Arreglo: José “Flaco” Bermúdez; Flauta: Eric Chacón; Vibráfono: Alfredo Naranjo; Trompeta: Edward Plater; Saxofón: Hugo Olivero; Flugelhorn: Javier “El Amarillo” Vivas; Piano: José “Flaco” Bermúdez; Bajo: Carlos Rodríguez; Congas y Percusión menor: José Madera Niño; Timbal, Bongó y Campana: Yomar “Caballo” Méndez; Coros: Rodrigo Mendoza/Eloy Ríos; Producción musical: José “Flaco” Bermúdez, José Madera Niño, Irving Manuel; Grabado por: José Yánez/ Héctor Gómez; Mezcla: Irving Manuel; Masterización: Jorge Estévez; Fotografía y arte: José Madera Niño